Hay dos tipos de decisiones: las importantes y las pequeñas. Las decisiones importantes son esas en las que te colocas cual "Pensador" y meditas durante semanas, meses, años (¿Qué carrera hago? ¿Seré adoptado? ¿Cuál es la mejor ciudad para vivir? ¿Debería divorciarme?). Normalmente se suele elegir lo correcto, que para eso uno se ha tirado un ratazo dándole vueltas.
Las decisiones pequeñas son las que te atacan por sorpresa, y pueden decidir el resto de tu vida sin que apenas nos demos cuenta. Salir diez minutos antes o después de casa determina que te pille un coche, que te tropieces con un adoquín, que pierdas el bus o que te encuentres con una persona maravillosa un poco más adelante.
De repente, aparecen dos opciones, o más... y hay que elegir. Al optar por algo se rechaza todo lo demás (aquello de la "angustia vital"), pero se abre todo un mundo de posibilidades. Las pequeñas cosas de cada día que de pronto pueden crecer y convertirse en importantes.
El jueves pasado, rápidamente, tomé una decisión pequeña. Mi jefe: "Rápido, no hay tiempo, si, no? ¿El lunes y el martes?" Respuesta: sí. El lunes, después del trabajo, mi compañero (con el que jamás pensé tener posibilidades) me pidió el móvil, el martes suspiré cuando apareció de nuevo, el miércoles no pude más que pensar en él y hoy tenía un precioso mensaje suyo con ánimos para mi exámen (bueno, en realidad era un poco soso, pero a mi me ha hecho ilusión igual). Y la semana que viene la historia continúa. ¿Qué hubiera pasado si mi respuesta hubiera sido no?
En medio de este equilibrio exhibicionista-mirón que es el mundillo de los blogs, me he dado cuenta de que hace tiempo que no hablo de mi y de mi circunstancia. Supongo que tendrá que ver con que mi vida de estos dos últimos meses se rige casi exclusivamente por la asignatura que estudio en ese momento y no me pasa nada demasiado interesante (por cierto, ¿sabíais que se ha explicado el fenómeno de las brujas de Salem por un hongo medio alucinógeno que infectó el centeno de Centroeuropa en la Edad Media? ¿Y sabíais que el mito de los vampiros se explica por una síntesis defectuosa de hemoglobina con consecuencias en la piel, por lo cual andaban chupando la sangre por ahí y no les podía dar el sol?).
Y sí, mientras estudio es inevitable pensar en mi título en Ciencias de la Memorización, y en lo alienador de centrarse en una sola cosa (con lo que me gusta a mí meter la nariz en todo!)
Pero como dice una canción, No he tirado nunca la toalla / No doy por perdida ninguna batalla / No sé cómo, pero vamos a ganarla... oooh uooooo jaja (a mí lo que más me gusta es el oooh uooooo). Una vez, alguien dijo de mí que no había objetivo que me propusiese (por muy inalcanzable que pareciese en un principio) que no fuera capaz de cumplir. Pero mi deseo en forma de moneda al fondo de la Fontana de Trevi ya se cumplió... conseguir esta beca o no ya sólo depende de mí.
Así que eso, no sé cómo pero voy a ganar esa beca (2300 euros chavales, si me la dan invito a una ronda o dos!) y si no, pues todo lo que aprenda de tanto estudiar, para algo me servirá... aunque sólo sea para contestar a las preguntas verdes del Trivial.
Algunos son altos, otros tienen los ojos azules, unos cuantos, barriga cervecera. Unos nacieron fuera de unas líneas delimitidas por políticos, alguno que otro empieza a perder pelo. Incluso hay gente que huele a humanidad por las mañanas. Los más son buena gente, otros rozan la intransigencia. Hay quien gusta de mujeres, hay quien prefiere a los hombres.
Mañana hay una manifestación por la intolerancia, disfrazada de "defensa de las nomenclaturas precisas". Llámalo matrimonio, unión civil, o inventa una palabra nueva. Que dos personas del mismo sexo declaren su amor a los cuatro o cinco vientos no afecta para nada a mi núcleo familiar. Quizá habría que empezar a llamar a las cosas por su nombre. O quizá habría que guardar las pancartas para una manifestación por la igualdad, por la tolerancia, por la libertad.
Este verano tenemos plan vamos-todas-con-la-casa-a-cuestas, a lo familia media de los 60, de esa que se metían 18 en un seiscientos sin aire acondicionado ni nada.
Porque claro, cuando una ve que tiene que estudiar la vida este verano y hacer un curso de idiomas, y sus amigas más queridas hacer que trabajan y/o prácticas para la universidad, lo primero que se le ocurre es buscar el puente más cercano ante la inminencia de un verano no muy prometedor. ¡Pero no!
Cuando estuve el verano pasado en Italia de Inter-Rail (por si queda alguno que no se ha enterado de que el año pasado me fui a pasar calor a los "Trenitalia") me di cuenta de que había ciudades estupendas de España que no conocía. Y si Madrid no tiene playa (vaya vaya), al menos está en el centro del asunto y eso significa que nos pilla todo cerca! Próximamente haremos un ranking de ciudades más votadas, a la cabeza Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo, Pamplona y Salamanca.
Así que "nos liaremos la manta a la cabeza" (refranero popular made in mamá), llenaremos el maletero de bocadillos, latas de sardinas (ricas en omega tres señores, sanísimas para el corazón) y neveras con agua congelada, un CD con música Fresi-pop, ganas de pasarlo bien y... bueno aún queda un sitio en el coche, si alguien más se quiere apuntar...!
- ¿De qué depende?
- Del destino, de mí misma... qué se yo.
- Todo lo que está en manos del tiempo a emplear, el amor, los reencuentros y las despedidas, aquel sueño robado...
- ... no valen nada si no se van cumpliendo pequeños objetivos poco a poco.
- La máscara quizá no sólo te permita ocultar las lágrimas... creo que tampoco te deja ver la realidad de los pequeños triunfos diarios.
- Pero me hace parecer fuerte, y eso es algo que sí puedo elegir.
- Puedes elegir si poner el remite en el sobre, puedes inventar nombres de personajes desconocidos, puedes crecer con la risa, puedes equivocarte una y mil veces, puedes elegir si hoy será un día especial... pero no hay manera de evitar el salto mortal de vivir. Y a veces esto supone quitarse la máscara y mostrarme tus pupilas derretidas.
- He perdido a mi mamá.
Ella le miró desde lo alto de sus tacones. Tendría como unos dos años, y le imploraba la determinación de las soluciones adultas. Viendo que sus llantos no llamaban mucho la atención, decidió tirarle de la falda, que dejó llena de mocos. Aún no había aprendido a pronunciar correctamente algunas consonantes.
Podía haber sido madre de un niño como éste. Seguramente hubiese salido con el pelo liso y negro de su padre, quizá con los ojos verdes de su madre. No era su momento, se repitió y se repitió... pero ahora, viéndole, pensó que había perdido su oportunidad.
Por un momento creyó que podría llevarse con ella al niño. Al fin y al cabo, su verdadera madre no debía quererle mucho, puesto que no estaba a su lado. Recuperar a ese hijo que podía haber sido suyo. Que por derecho era suyo.
Dos vigilantes de seguridad escoltaban a una mujer despeinada, llorosa, desencajada. El niño, de un salto, se instaló en sus brazos, dejándose ahogar por la fuerza de un abrazo. Ella sólo dejaba de llorar para besarle, jurándole que nunca se volverían a separar. La mujer le dio las gracias por encontrar lo que más quería.
... No, su hijo hubiera tenido los ojos marrones, como los de aquel niño perdido.