La niña de los zapatos rojos se cansó de seguir el camino de baldosas amarillas que no conducía a ningún lado. Con su móvil de penúltima generación, un ejemplar de El Principito, la cajita de las buenas ideas y su título en Ciencias de la Memorización, se fue con la música a otra parte... a una casa "asegurada de incendios", por ejemplo.
En el Segundamano publicó "Particular vende cuentos" y alquiló recuerdos a buen precio para sobrevivir. Dudó si cortarse las venas o dejárselas largas. Cambió sus zapatos rojos por zapatillas de felpa, de esas de estar por casa. A veces recibía alguna visita que le traía tarta de limón. Olvidó que Lennon le suplicó en su día que no dejara de soñar.
Soñar con cuentos sin destinatario, con hacer la fotosíntesis al sol, con compartir algo más que palabras...
Ver un mundo en un grano de arena
y un paraíso en una flor silvestre,
abrigar el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
Un día miró hacia abajo. Y descubrió que el mundo había estado siempre ahí, bajo sus pies. Consiguió unas lentillas para no perderse ni un detalle. Recuperó todos sus cuentos. Dejó de coleccionar dudas. Se volvió a calzar los zapatos rojos y encontró que sus pasos eran los que hacían el camino de baldosas amarillas...
Charlie no se había movido. Ni siquiera había extraído el Billete Dorado que envolvía la chocolatina. Estaba inmóvil, sosteniéndola apretadamente con ambas manos mientras la multitud gritaba y se apretujaba a su alrededor. Se sentía mareado, invadido por una extraña sensación de ligereza, igual que si estuviese flotando en el aire como un globo. Podía oír los fuertes latidos de su corazón en algún sitio cerca de su garganta. (...)
- ¡No dejes que nadie se lo quede! ¡Llévatelo a casa, de prisa, antes de que lo pierdas! Corre todo el camino y no te detengas hasta llegar allí, ¿has entendido?
Charlie asintió.
- ¿Sabes una cosa? - dijo el tendero, haciendo una pausa y sonriendo a Charlie -. Tengo la sensación de que necesitabas un golpe de suerte como éste. Me alegro mucho de que lo hayas conseguido. Buena suerte, hijo.
- Gracias - dijo Charlie, y salió a la calle, echando a correr sobre la nieve o más de prisa que sus piernas se lo permitían. Y cuando pasó frente a la fábrica del señor Willy Wonka, se volvió y agitó la mano y cantó -: ¡Ya nos veremos! ¡Nos veremos muy pronto! -
Charlie y la fábrica de chocolate - Roald Dahl
"El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en verlo todo con nuevos ojos, en ver el universo con ojos de otro, de otros cientos, viendo los cientos de universos que cada uno ve." (Marcel Proust).
Y cuando empecé a ver el paisaje de la soledad, más resignada que convencida, el destino (que cuando se aburre mata moscas con el rabo) me envía un pasatiempo (rompecabezas amoroso vamos) para que no me aburra... en la época estival ya se sabe!
Me mostró el universo a través de los ojos de alguien que ha vivido mucho, que fue a vivir lejos, el buen-hacer y el saber-estar, la constancia del que se las sabe... el Príncipe Valiente.
Y después me puso en la piel, en los labios, en los latidos de quien ha querido y quiere, pero tiene miedo; del que encandila sin saber por qué... el Duende de las Noches Oscuras.
Pero el universo por Serendipity es otro... más sencillo, de colores, sin miedo ni artificios. Donde las cosas son lo que parecen. Simplemente.
Ayer fue domingo toda la mañana. Nos levantamos tarde, más por las ganas de seguir soñando que por cansancio real. Justo antes de comer el día se fue transformando en un día cualquiera de verano, martes por ejemplo, porque las vacas salen a tomar el sol hasta los festivos; no tienen respeto ninguno por el día de descanso semanal.
A la hora del té fuimos a meter los pies en el río. Estaba fría pero no demasiado, cual jacuzzi al natural. Y allí, con los quejidos de las aburridas vacas, entre florecillas que crecían sobre el río, algas varias y cantos rodados... entendí que a veces hay que parar, plantar raíces y sentir el sol en el cogote. Hacer las cosas despacio. Disfrutando. Porque puede que al final, quienes guarden el secreto de la verdadera felicidad sean las vacas...