Mis padres no me educaron para rendirme; ellos me enseñaron a luchar por lo que quiero. La cabezonería ya la pongo yo solita. No sé si es lo que quiero o no, pero desde luego que he elegido un camino. Y apuesto por él en cada entrega, con cada nueva línea en mi lista de tareas. Guardo mis ideas en una cajita para darles forma, y aunque no siempre dan resultado, a veces me sorprenden. Buscando, buscando, buscando. Y cada día encontrando más, escribiendo más rápido y mejor, disfrutando los recesos. Rastreando cada rincón que me ayude a saber más. Quizás no es para mí, o quizás no lo he descubierto todavía, el tiempo (del que se mide en meses) lo dirá...