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La catarsis del tomatazo

La actriz sale a escena. En medio del silencio, de la soledad del artista, ella se pregunta acerca de si la naturaleza humana comprende una parte perversa, de cómo olvidar el desamor, de qué le está pidiendo el destino. Recita sus versos como si le fuera la vida en ello... al fin y al cabo, es su vida, lo único que tiene. ¿O lo único que tiene su personaje?

En el segundo acto acaba derrotada, desnuda de sentimientos, de rodillas suplicando que alguien pueda entenderla.

El público responde... algunos aplauden, otros lanzan sus tomates. El virgen vestido se tiñe de zumo rojo, como lágrimas de sangre que brotaran de su corazón. Encoge los hombros, esconde la cabeza bajo la incomprensión. Y en su camerino, llora tras el biombo... le da miedo mirarse en el espejo.