Todo parecía estar en contra. El tic-tac del reloj martilleaba sus sienes, le rodeaba un gran salón de indiferencia, una ingente lista de tareas se agolpaba en su conciencia, y su propia ignorancia le daba tal vértigo que la brecha parecía infranqueable. Sin embargo, tuvo la suerte de encontrar voces externas que le dieron aliento, consejo y alas. Se convirtieron, sin serlo, en pequeños éxitos que fueron contagiando su alma. Ya sólo cabía esperar...
Día a día consultaba el oráculo del boletín oficial. Tras unas semanas, dejó de justificarse ante los otros y comenzó a pensar que no era el momento, ni ella la persona propicia. Conformó su ego con el elogio local y hasta casi deseó que la ausencia de noticias fuera una negativa. Al fin y al cabo, era la conclusión superflua a una partida que de antemano se sabe perdida por no saber mover los alfiles.
Pero, como si la vida quisiera mostrarle nuevamente el camino que ha elegido para ella, volvió a premiar su afán. Parecía que el destino le dijera ¿cuánto más tengo que hacer para que te convenzas de seguir por aquí?
Escrito o escribiendo, el futuro ya sólo depende de ponerlo en marcha. Tras las nubes sigue brillando un campo de estrellas...