Un día decides cambiar tu vida y como lo de cambiar la decoración de tu habitación, aparte de que está un poco visto ya y sólo se entera tu madre, decides hacer un cambio de puertas para afuera. Y es cuando cometes el mayor error de tu vida (o por lo menos de los dos próximos meses): te vas a la peluquería.
Llegas sin una idea fija, sólo con la mentalidad de que quieres reforzar tu imagen de tía segura de si misma, y de que te van a dejar guapísima. Pueden suceder dos cosas, que el peluquero te acribille a preguntas de cómo quieres tu pelo (con lo cual acabas tan mareado que ya no sabes si lo quieres como Meg Ryan o como Paco Porras), o que tu peluquero sea de esos que te miran y según la fisionomía de tu cara te cortan como mejor te queda. En cualquier caso, el resultado es el mismo: un auténtico ESPANTO.
Y vuelves a tu casa después de haber pagado un pastón y haberte mirado en todos los espejos, escaparates y cristales de coche posibles hasta llegar a tu portal, e irte deprimiendo por el camino. Entonces te lavas de nuevo el pelo (así de paso refrescas tus orejas carbonizadas por los tres cuartos de hora que estuviste bajo el secador mientras se secaban las mechas) y comienza el calvario: que si la raya a este lado, a ver ahora con gomina, y si me lo rizo? Oh dios mío mañana me voy a otra peluquería a que me lo arreglen, no saldré de casa en un mes, si al menos fuera guapa no importaría el pelo
etc. etc. etc.
Y para colmo, con tu confianza allá por donde se irá el pelo que te cortaron, la autoestima a un nivel más que deplorable y el enfado-decepción afeando cada vez más tu careto
va tu ex novio y te dice que ha quedado para cenar en su cumple con una lagarta que la tienes más fichada que nada. Pues que bien.
Yo no odio a los peluqueros, pero les acecho sin que se me escape ni un detalle. Así no les da tiempo a que me hagan nada como para poder odiarles.
Lo más importante a la hora de ir a la peluquería es tener la autoestima alta, o al menos, dejar la vergüenza en casa para contestar como es debido. Ir a la peluquería es como ir a "El rival más débil": tienes a una tía probablemente borde que va a hacer lo que le dé la gana contigo. Puedes ir de simpático, de tímido o de lo que quieras, pero como le caigas mal desde el principio te va a hacer en la cabeza lo que le salga de las tijeras. Así que lo único que puedes hacer es estar atenta y decir basta cuando toque.
El segundo punto a tener en cuenta es tener las cosas más o menos claras. Puede que no sepas lo que te vas a hacer, porque quieres innovar, darle un nuevo estilo a tu pelo y a tu vida... pero sí hay que tener muy claro lo que NO vas a querer que te hagan.
En tercer lugar, es importante ser amable con la peluquera. Aunque sea un cardo, dale charla, pero no la suficiente como para que se despiste y te corte pelo donde no quieres que te corte o te lo tiña de verde en vez de caoba.
A pesar de todas estas advertencias, tu cabeza puede acabar pareciendo una coliflor sin haberlo planeado. Así que llama a tus amigos avisándoles del estropicio, ten chocolate a mano y utiliza como sólo tú sabes los millones de horquillas y pinzas que tienes para disimular un poco el crimen que te han hecho. Y tranquila! Que el pelo crece!
Escrito por Nashira a las 23 de Junio 2004 a las 01:36 AMCreo que es algo general. Por eso hablan tanto los peluqueros; para intentar caerte bien y que vuelvas a ir aunque te haya cortado el pelo a su gusto.
Escrito por Jesús a las 24 de Junio 2004 a las 11:58 PMPues me caen fatal, y no pienso volver!!! Aunque siempre digo eso y luego a veces vuelvo, pero no siempre eh?
Escrito por cris a las 26 de Junio 2004 a las 12:40 PMA mi me han dejado un pelo a lo frankenstein y mis padres ya se rien, imaginad mis amigos.
Como los odio