30 de Marzo 2005

El artesano de la luz

Aunque la gente le conocía como el vendedor de lámparas, él prefería llamarse a sí mismo el artesano de la luz. Tenía una bonita placa en la puerta de su casa-museo-taller 3 en 1. Había una puerta grande de madera que conducía a un patio. Los turistillas rurales que pasaban por allí le envidiaban porque podía trabajar de lo que le gustaba, sin necesidad de nada más que un soplete, algunos cables y muchas bombillas. Pero en seguida al padre de la familia de domingueros le sonaba el móvil y tenía que salir al patio a gritar a través de las montañas eso de "compra, compra". Y cuando volvía a entrar ya se había olvidado que el oficio de artesano de la luz era sencillamente maravilloso.

Y si alguien quiere saber la segunda parte de la historia, que me pregunte... yo dejé el móvil en casa.

Escrito por Cris a las 30 de Marzo 2005 a las 10:12 PM
Comentarios

En la puerta del artesano, junto a la placa, debería haber un cartel que pusiera "Reservado el derecho de admisión: Sólo se admite la entrada a aquellos que tiren a la basura el móvil, dejen en casa el portátil y estén dispuestos a dejarse llevar por los encantos pueblerinos", pues todos aquellos que no cumplieran esos requisitos no serían dignos ni apreciarían la magia de las lámparas del artesano. Pues su luz no se asemeja a los fluorescentes del metro, ni a los flexos de oficina, ni a los horribles destellos de pantallas de televisión y ordenador... El artesano hace luz diáfana, de esperanza, de ternura, de serenidad, de armonía. Y esa luz no se compra como las acciones en bolsa.

Escrito por Nashira a las 4 de Abril 2005 a las 01:08 AM
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